Hace un año...

Hace un año, precisamente el 6 de agosto de 2012 fue mi primer día de clases en la Universidad, y fue una experiencia demasiado padre por que, por primera vez me sentí realmente libre de entrar a clases, hacer tareas, vestir como sea y todo eso que te viene a la mente cuando estas en la secundaria anhelando que los prefectos dejen de molestarte, por que entonces [aparte de mi familia] nadie se preocupaba en ese momento por que estudiara más que yo.

La primera semana de clases me sentía realizado y feliz y esas cosas que sientes al entrar a la máxima casa de estudios del país. La Universidad Nacional Autónoma de México me dio más de lo que podría esperar de cualquier universidad por muy grande que fuese. Recuerdo que unos días antes nos dieron un recorrido por el conjunto norte y el conjunto sur de la facultad de ingeniería, mejor conocidos como el principal y el anexo respectivamente. Y me quedé sorprendido de cómo para una sola facultad fueran tantos edificios, y me maravilló ver que había más facultades igual de grandes y bonitas... cada una tenía su encanto, algunas sus edificios, como Ingeniería, otras su comida y obvio hablo de la facultad de Arquitectura, otras sus alumnas y alumnos para ir a echarse un taco de ojo, como la fac de Psicología y demás cosas padres y demás facultades. Un ambiente universitario único que por eso y más no creo que como la UNAM haya dos. Pero lo bonito se evaporó cuando tuve mi primera clase de Cálculo, la profa llegó muy tranquila, muy contenta y confiada y se presentó, nos felicitó por entrar a "la mejor escuela de ingeniería del país" nos dijo que se la llevaría tranquila y que que bueno que todos sabíamos a lo que íbamos, entonces comenzaron los problemas. Sacó un paquete de hojas blancas con algunas ecuaciones impresas, nos dijo que era un examen de diagnóstico para ver cómo venía el grupo y que no era necesario que le pusiéramos nombre "examen de kinder, vaya" y pasados cinco minutos me di cuenta que jamás había tenido tantas ganas de salir del salón de clases. Fue agobiante y cansado tener que lidiar con esos números, letras y símbolos que no conocía. Pasada la clase comenzó Álgebra y me sentí igual, a la siguiente semana ya ni me molesté en copiar los problemas y mejor me ponía a hacer dibujos en la libreta pensando en la reacción de mi mamá cuando le dijera que no pensaba continuar esa carrera y el oso que iba a hacer con mi santiguada familia extensa de mi abuela materna.

En fin decidí hacer lo que se tiene que hacer y me puse a elegir una carrera para el resto de mi vida, "esta acción no se puede deshacer" me dijo mi mamá a la hora de decidirme por una carrera en las convocatorias de las universidades públicas. En este caso fueron 3 las que llamaron mi atención por su plan de estudios, y lo demás es historia para otro momento. Al final, por obra de aquel buen Dios en el que creo o como ustedes quieran pensar que haya sido estoy en la universidad que elegí para continuar los próximos años.

Me siento a veces un poco mal por haber desperdiciado la segunda oportunidad que tuve para estar en la UNAM y haber pagado un examen que hice sin intención de tener éxito, —aunque pasar una noche en el DF tuvo sus puntos a favor— y claro también me siento raro por dejar atrás ese ambiente único de CU. Pero definitivamente sentía que mi futuro estaría mejor en manos de la Autónoma Metropolitana. Eso sí jamás dejaré de pronunciar aquella frase del Oaxaco bigotón llamado José-María Albino Vasconcelos Calderón: "Por mi raza hablará el espíritu". Pero ahora mi corazón grita "Yo soy UAM" y vive en la casa abierta al tiempo.

Ahora el primer desafío es no dormir en la banqueta y tener un lugar donde vivir en el "maravilloso DF" como alguna vez dijo mi padre.

Me consuela saber que el año pasado lo utilicé para más o menos conocer el DF y saber usar el transporte público. Le perdí un poco el miedo a la ciudad y lo único que no estuvo padre es que tuve que recorrerla sólo, por que no tenía amigos cerca. (Y ahora que estoy cerca, sólo me queda una persona).

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